viernes, 25 de enero de 2019

LA LEYENDA DEL CHARRO NEGRO




LA LEYENDA DEL CHARRO NEGRO 


Un hombre alto, de aspecto elegante, de impecable traje negro compuesto por una chaqueta corta, una camisa, un pantalón ajustado y un sombrero de ala ancha deambula en la profundidad de la noche en los solitarios tramos que unen los pequeños pueblos del México del centro y el sur como Hidalgo, Morelos, Michoacán y Guerrero, todavía cabalga por las noches, sobre el lomo de un caballo enorme y de color azabache.



Quienes han tenido trato con él, lo presienten como el Diablo. No ignora a los hombres, a los que les ofrece amables conversaciones, pero su clara preferencia son las mujeres, a las que seduce con su mirada elocuente y palabras cálidas. Nada malo puede decirse del Charro Negro si el viajero se limita a permitir su compañía hacia su lugar de residencia; si se acerca el amanecer, se despedirá cortésmente y se marchará con paso lento, al igual que si el sendero que recorre lleva a las cercanías de una iglesia.
Pero si, por el contrario, la mujer cede a sus ofertas de aligerar el viaje y acepta montar el caballo, esa acción será el principio del fin: Una vez sobre el animal, la infortunada descubre que es imposible bajarse. Es entonces cuando el Charro Negro vuelve a su montura y se aleja con rumbo desconocido, sin hacer caso de los ruegos o los gritos de su víctima, a la que no se le vuelve a ver jamás.
En algunos estados de la República Mexicana, la gente cuenta que en las noches de luna llena, por los caminos rurales o poblaciones alejadas, se aparece un jinete flaco y de cara cadavérica, que, montado en un lustroso caballo negro, ofrece una bolsa llena de dinero... Pero por temor, nadie la ha querido aceptar.




Allá por el año de 1966, el señor Abundio Rosas regresaba a su casa, situada en las afueras del puerto de Veracruz. Aunque había luna, esta se escondía entre las copas de los árboles, por lo que reinaba cierta oscuridad, que causaba gran impresión por las formas fantasmagóricas que se formaban con las sombras de la luna.
De pronto, Don Abundio sintió que alguien lo seguía pero no quiso voltear, sino que apresuró más el paso, empuñando el machete que siempre lo acompañaba. Sin embargo, cada vez sentía más cerca a ese alguien que lo seguía. De repente, un sudor frío se apoderó de él, sintió que se desmayaba, pero pese al miedo decidió enfrentarse a lo que fuera, volteó el rostro y con asombro vio una diabólica escena... Era un gran caballo negro, de pelo brillante y lustroso, pero con ojos espeluznantes que parecían lanzar fuego. Lo montaba un hombre alto y flaco, con un sombrero negro. No tenía ojos, nariz ni boca. En suma, era algo espantoso, por lo que don Abundio no pudo moverse, ni hablar. 
Temblaba de terror y más cuando el siniestro charro sacó una mano que se veía roja y con larguísimas uñas, tomó una bolsa de su caballo y la extendió ofreciéndose la al aterrado hombre, quien vio cómo la bolsa se abrió y mostró su interior lleno de dinero; pero don Abundio no quiso aceptarla. El jinete se la volvió a ofrecer y tampoco le hizo caso. Entonces el charro negro se volvió con su caballo sin pronunciar palabra y se alejó... Pero Abundio nunca escuchó el galopar del caballo, cosa que lo atemorizó mas, pronto se sobrepuso y continuó su camino rumbo a su casa. Al llegar, estaba tan asustado que no pudo cenar. Contó lo sucedido a su esposa. La cual también se aterrorizó.
Como es de suponerse, esa noche ambos no pudieron dormir, por lo que al día siguiente Abundio se levantó temprano y acudió al lugar donde se le había aparecido el misterioso charro. Buscó con cuidado, pero no halló nada que pudiera tomarse como indicio de su existencia. Por la noche don Abundio tuvo la necesidad de volver a pasar por el lugar, temeroso de encontrarse con el charro, pero ya no se le apareció esa noche ni otra más.... No hubo más apariciones.
Pasó el tiempo y Abundio ya casi ni se acordaba del encuentro con aquel misterioso charro negro. Pero una noche, ya muy cerca de su casa, se topó de nuevo con el aparecido, quien con voz cavernosa le dijo que tomara la bolsa con el dinero. Como el hombre no la aceptó por temor a que fuera cosa del diablo, el charro le dijo con voz aún más cavernosa:
–Me volverás a ver muy pronto...
Don Abundio medio muerto de miedo, sin volver la cabeza, echó a correr y no paró hasta llegar adentro de su casa. Su mujer salió espantada y le gritó:
–¡Abundio, mira, el charro se está asomando por la ventana... Anda, sal y orínate en cruz afuera de la puerta, dicen que así no puede pasar el maligno!
Abundio, tembloroso, salió de su casa y se orinó en cruz fuera de la puerta. En cuanto terminó de rociar el piso, el caballo relinchó en forma macabra, y jinete y animal a todo galope se perdieron en la oscuridad de la noche. Desde entonces ni Abundio ni su mujer han vuelto a ver al charro negro. Pero muchas otras personas de la región han contado la misma historia y aseguran que también lo han visto. 


 

jueves, 24 de enero de 2019

EL AXOLOTE




EL AXOLOTE



El axolote mexicano (pronunciado ajolote) es una salamandra con la característica poco habitual de conservar sus rasgos larvales en su vida adulta. Esta condición, que se conoce como neotenia, significa que conserva su aleta dorsal de renacuajo que recorre casi la totalidad de su cuerpo y sus branquias externas, que sobresalen de la parte trasera de su ancha cabeza en forma de plumas..
Con ojos pequeños, piel lisa, cuerpo alargado, cuatro extremidades y tres pares de branquias que sobresalen de su cabeza, los axolotes o monstruos de agua, son anfibios endémicos de la cuenca del Valle de México
Generalmente son de color café o pardo oscuro, aunque en cautiverio existen variaciones claras y albinas, como el llamado axolote rosado o dorado.

Una de las principales características de los ajolotes es su capacidad para regenerar algunas partes de su cuerpo, cuando son mutiladas por depredadores en su ambiente natural. Pueden regenerar sus patas y su cola, así como células cardiacas o neuronas cerebrales.


Se alimentan de pequeños peces y crustáceos de río o acociles, así como de otros pequeños organismos que se encuentran en la profundidad de los canales. En cautiverio pueden comer croquetas especiales para tortugas, grillos, tubifex, artemias, tenebrios (larvas de escarabajo) y hasta pollo, son caníbales.
Se reproduce una sola vez al año. Cada hembra puede poner de 500 a mil 200 huevecillos durante noviembre, diciembre y enero, su periodo de fecundidad. Su tiempo de incubación es de 12 a 18 días.
La historia del ajolote se remonta a los aztecas, pues está documentado en varios códices, como en el Florentino. En la literatura científica apareció en 1615 en un libro de historia natural, y más tarde se hicieron numerosas publicaciones sobre este animal, hasta que doscientos años después recibió un nombre científico
Aunque históricamente vivía en el lago de Texcoco, el de Xochimilco, el de Chalco y en sus conexiones con el de Zumpango y el de Xaltocán, actualmente, en vida libre, solo es posible encontrarlo en Xochimilco y Tlahuac.  Por lo general, el ajolote mexicano pasa la mayor parte de su vida en las profundidades del agua con temperatura promedio de 20 ºC, viviendo entre la flora y saldrá de ella en muy raras ocasiones cuando alcance la madurez, con el objetivo de tomar aire.



 

Axolote en Peligro de Extinción
Se encuentra en la categoría de Peligro Crítico de Extinción desde 2006. 

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) clasifica al axolote mexicano como una especie en peligro critico de extinción desde el año 2006 al documentarse una disminución drástica del número de ejemplares. Las causas que explican esta lamentable disminución está relacionado en parte con la introducción de especies invasoras en el lago de Xochimilco a partir de la década de los 70, las cuales han quitado espacio al axolote y se han convertido en sus depredadores, entre estas especies están el pez llamado tilapia africana y la carpa, que se comen a los ejemplares más pequeños y a sus huevos.

Sin embargo, la principal razón de su extinción tiene que ver con la contaminación cada vez mayor del lago, lo que ha mermado la cantidad de anfibios mexicanos que habitan en sus aguas pues esta especie es muy sensible a los cambios ambientales, es tan grave la situación que aunque hoy día no se tiene una cifra exacta de la cantidad de ajolotes que quedan vivos, ya para 2014 solo existían unos 36 ejemplares



También es muy común utilizarlo en el comercio de acuarios y el axolote asado se considera un manjar en México, lo que ha llevado a que su número se reduzca aun más. Se lo considera una especie muy amenazada.



En medio de todo este panorama terrible se han adelantado iniciativas y programas para conservar esta especie y tratar de frenar su desaparición, por ejemplo, se mantiene a algunos ejemplares en cautiverio donde se le da todos los cuidados necesarios y está a salvo de sus depredadores y de la contaminación. Asimismo, el Parque Ecológico de Xochimilco que alberga un área protegida para estos anfibios goza de Protección Especial por parte del gobierno. También, desde la Universidad Autónoma de México se adelanta el Refugio chinampa, que busca restaurar la superficie agrícola de la zona lacustre de Xochimilco, eliminar el uso de pesticidas y fertilizantes, crear refugios para el ajolote mexicano y minimizar la contaminación en el principal hábitat de este sorprendente anfibio.