La leyenda cuenta que a
finales del siglo XIX se trasladó a vivir a Guadalajara un extraño personaje.
Sus ropas eran siempre de color negro y jamás se le veía salir de su casa
durante las horas de sol.
A la vez que el forastero se instalaba empezaron a
descubrirse animales muertos, sin una sola gota de sangre en sus cuerpos y dos
pequeñas marcas en sus cuellos. La población pensó que se debía a algún tipo de
enfermedad epidémica y no dieron más importancia al suceso.
A los pocos meses
no fueron animales los que aparecieron examinados sino jóvenes de la ciudad.
Además de la carencia total de sangre en sus cuerpos tenían las mismas marcas
en sus cuellos que presentaban los animales.
Las desapariciones de los
jóvenes tenían siempre lugar por las noches y sumando esto a las marcas y la
falta de sangre de los cadáveres, se pensó en la existencia de un vampiro.
Un
grupo de valientes decidió atrapar al asesino y pusieron como señuelo a un
joven voluntario.
El vampiro cayó en la trampa y fue atrapado por el grupo.
Resultó ser el misterioso forastero que vestía de negro y salía únicamente por
las noches.
Recabaron información sobre lo que había que hacer para dar muerte
a un vampiro y se les aconsejó que se le clavase una estaca de madera en el
corazón.
Así lo hicieron y
posteriormente lo enterraron en una tumba del Panteón de Belén.
Al día
siguiente los asombrados ciudadanos vieron que de la estaca clavada en el
vampiro había brotado un árbol. La lápida se veía atravesada y desde entonces
la leyenda dice que el día que el árbol rompa la piedra por completo el vampiro
volverá a la vida escapando de su encierro.
La tumba y el misterioso
árbol se encuentran en el Museo Panteón de Belén, en Guadalajara (Jalisco,
México). En el Panteón de Belén se encuentran enterradas numerosas
personalidades mexicanas y son numerosas las historias aterradoras que se
cuentan sobre él. Estuvo en funcionamiento solamente 50 años y la última
inhumación tuvo lugar en 1896.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario